Heather Cowan está en pie junto a la línea de banda de un campo de fútbol: el campo oficial de la Asociación de Fútbol del Condado de Birmingham. Tras ella retumba el fragor incesante de la autopista que lleva a Londres; hileras de imponentes torres de alta tensión se pierden en la distancia. Es un paisaje brusco, masculino, muy alejado del lugar en el que se esperaría encontrar a una joven de 27 años, decidida y entusiasta.


"Como lo que quería era jugar con ellos, me fui para el maestro y le pregunté: ¿Puedo jugar al fútbol?"


Pero habla por sí solo. Como explica Heather: "Cuando tenía once años, veía a los niños que jugaban al fútbol en la escuela y me daba envidia. Como lo que quería era jugar con ellos, me fui para el maestro y le pregunté: '¿Puedo jugar al fútbol?'".

El rostro de Heather se contrae en una mueca muy reveladora, una expresión que trae a la memoria la cara suplicante de Oliver Twist: "Señor, deme un poquito más, por favor".

"El maestro me miró y me respondió: 'Bueno, vale. Si consigues reunir un equipo de once niñas, podéis jugar contra los chicos'. Supongo que pensó que no seríamos capaces. Pero mire por dónde mis amigas y yo lo conseguimos. Formamos un equipo. Y claro, entonces al maestro no le quedó otro remedio que ayudarnos".

Heather pasea con nosotros hasta llegar a la portería y nos ruega que no pisemos el césped: "¡Es terreno sagrado!". Después, continúa su relato con el recuerdo del escepticismo de sus profesores.

"Pensaban que nos aburriríamos a las dos o tres semanas, pero no fue así. Seguimos adelante. Llegamos a ser bastante buenas; de hecho, teníamos problemas para encontrar equipos contra los que jugar. No había muchos equipos de chicas, como se puede imaginar".

Y pasaba lo de siempre. Incluso hoy en día, a las mujeres les sigue resultando muy difícil meterse en el mundo del fútbol, tan exageradamente masculino en ocasiones.

Se trata de una situación extraña desde el punto de vista histórico, porque las mujeres han estado jugando al balón desde siempre. Existen pruebas de que las chinas practicaban una versión arcaica del fútbol durante la dinastía Han, en el siglo II dC.

Más recientemente, las mujeres también han participado en el fútbol moderno, creado y reglamentado en Gran Bretaña. En la década de 1790 se celebraba una competición anual de fútbol femenino en la región escocesa de Lothian. En la época victoriana, las autoridades del fútbol británico introdujeron reglas para reducir la violencia en los terrenos de juego. Estas medidas hicieron más aceptable la participación de las féminas, y ellas se entregaron a la práctica del balompié con entusiasmo, pese a la dificultad que suponían las larguísimas faldas de la época.


1984 Nettie Honey funda el primer equipo de fútbol enteremente femenino el "British Ladies Football Club"


En 1894, una mujer que respondía al más que curioso y acertadísimo nombre de Nettie Honeyball fundó en Inglaterra el primer equipo de fútbol enteramente femenino. Se llamaba British Ladies Football Club. Nettie Honeyball declaró al Daily Graphic: "Fundé la asociación... con el firme propósito de demostrar al mundo que las mujeres no somos esas criaturas 'decorativas e inútiles' que aseguran los hombres".

El fútbol femenino tuvo, pues, un prometedor comienzo en la cuna del deporte rey. Los primeros partidos entre mujeres disputados, por ejemplo en Goodison Park, atrajeron a miles de espectadores. Sin embargo, la versión femenina del juego nunca llegó a cuajar en el Reino Unido. De hecho, en 1921, la Asociación Inglesa de Fútbol (la FA) la prohibió en los estadios de la liga nacional. ¿La razón? Según la entidad, el fútbol femenino "era de mal gusto". Los directivos del fútbol escocés promulgaron un decreto parecido.

Como resultado de esta discriminación, el fútbol femenino británico, incluso ahora que está avanzando a gran velocidad, sigue a remolque del practicado en muchos otros países del mundo. Pese a todo, se está poniendo a la altura.

Heather Cowan aclara: "Actualmente, ocupo el cargo de directora de desarrollo del fútbol femenino de Birmingham. Mi trabajo consiste en fomentar el fútbol femenino y crear centros de alto rendimiento para las mujeres que lo practican. Llevo cinco años trabajando en el proyecto, y actualmente, en Gran Bretaña tenemos ya 140.000 niñas y mujeres inscritas; y esta cifra no incluye a todas las chicas que suelen jugar al balón. Ahora hay más mujeres practicando el fútbol que el netball, el tenis, el hockey o lo que sea. ¡El fútbol se ha convertido en el Reino Unido en el deporte mayoritario entre las mujeres!".

Sin duda, un gran triunfo. Como asegura Heather, el fútbol femenino "ha crecido como la espuma" con el apoyo de la FA. Pese a todo, la joven afirma que quedan problemas por resolver: "Nos hace falta una estructura piramidal. La cobertura televisiva es fundamental, y necesitamos una liga profesional femenina, ¡pero ya! Me gustaría mucho leer artículos sobre el fútbol femenino todos los días en las páginas de todos los periódicos. En estos momentos, vamos por detrás de Estados Unidos. ¿Por qué están las americanas más avanzadas que nosotras? Quizás porque allí no existe ese lastre histórico, esa anticuada idea de que el fútbol es sólo cosa de hombres; de que el fútbol es, como si dijéramos, poco femenino'".

Este concepto de la "feminidad" es uno de los problemas que señala Fiona Nicholls, una profesora de Educación Física de un colegio de la zona. "Las chicas se acercan al fútbol de una forma diferente a los muchachos. Tienen necesidades distintas. Las niñas tardan más en cambiarse de ropa, requieren más tiempo para prepararse. Algunas no quieren sudar ni parecer marimachos. Y, pese a todo, el fútbol puede beneficiarles tanto a como los chicos: adquieren dotes de liderazgo, aprenden a respetar las reglas, hacen ejercicio, aprenden a trabajar en equipo; además, fomenta al máximo sus capacidades en todas las asignaturas".

Fiona Nicholls sabe de lo que habla. Lleva varios años apoyando a una joven futbolista de 17 años, una chica de gran talento que juega en el Castle Bromwich de Birmingham, Laura Schmid.

Mientras prepara a otras chicas en una sesión vespertina de entrenamiento, Laura relata su propia trayectoria: "La verdad es que, hace unos años, era una cría. Me saltaba las clases y hacía novillos. Pero siempre me ha gustado el fútbol. Jugué con el equipo sub-10 en la escuela primaria y con el sub-14 en el instituto. He jugado en equipos de todas las categorías". Laura se gira para aplaudir un buen remate de cabeza de una de sus jovencísimas pupilas.

"Entonces Fiona Nicholls me dijo: 'Laura, si no empiezas a aplicarte más en el colegio, no te permitiremos jugar al fútbol'. Eso fue un mazazo. Lo único que yo quería era jugar, por eso me apliqué un poco más en las clases con parte del entusiasmo que ponía en el fútbol. Y así empezó a irme un poco mejor en los estudios. Comprendí que podía obtener buenos resultados también en la vida diaria si me entregaba a ella con la misma dedicación que ponía en el juego. Fue un descubrimiento genial. Por lo tanto, sí, el fútbol me ha ayudado de verdad, y no me refiero sólo a mi habilidad para robar balones".


¿Tiene el fútbol femenino la misma calidad que el masculino?


Son buenas nuevas para el deporte rey, pero dejan en el aire una pregunta fundamental: ¿tiene el fútbol femenino la misma calidad que el masculino? Hay quien dice que no. Hay gente que piensa que, por mucha dedicación, por mucha entrega que le pongan, las mujeres nunca jugarán al fútbol tan bien como los hombres.

Para obtener una respuesta seria y bien informada a la pregunta, visitamos el este del país. Jo Welford es investigadora adjunta del Institute of Youth Sport. La encontramos en su despacho de la Universidad de Loughborough. En el estudio sobre la participación de las mujeres en el fútbol que ha elaborado en colaboración con un colega de Loughborough, Jo Welford ha descubierto que uno de los principales problemas es precisamente esa idea preconcebida de que el fútbol sólo es bueno cuando lo practican los hombres, porque el lugar de las mujeres está en las gradas o al otro lado de la línea de banda, exclusivamente como espectadoras, riéndose y tonteando con los chicos. La señora Welford está convencida de que, desde el profesor de gimnasia que habla con sorna del fútbol femenino hasta la supremacía de los chicos en el patio del colegio, las mujeres tienen muchísimos obstáculos que superar hasta que las toman en serio en el mundo del deporte rey. Por lo tanto, se podría decir sin temor a equivocarse que las que lo consiguen es porque rinden más que los hombres.

Y añade: "De todas formas, en realidad no se trata de que el fútbol masculino sea 'mejor' que el femenino. Es diferente. Los hombres poseen más fuerza y presencia física, que les permite lanzar el balón a mucha más altura, mientras que las mujeres lo pasan a ras de suelo. Pero el fútbol que practican las mujeres tiene una elegancia especial que no se da en el masculino. Son diferencias muy parecidas a las que observamos entre el tenis de hombres y el femenino".

"Por último", afirma entre risas, "en el fútbol femenino nadie se tira a la piscina".

Nettie Honeyball estaría orgullosa.